domingo, 19 de diciembre de 2010

Harry potter y el libro del tiempo perdido cap 28 cont

Las Reglas de Adquisición Ferengi
1 Una vez que tengas su dinero, jamás se lo devuelvas.
2 El mejor trato es uno que traiga las mejores ganancias.
3 Nunca gastes en una adquisición más de lo que tengas.
3 Yo lo encontré, es mío.
4 Una mujer llevando ropas es como un hombre en la cocina.
6 Nunca permitas que la familia se interponga en el camino de la oportunidad.
7 Mantén tus oídos abiertos.
8 La letra pequeña conduce a grandes riesgos.
8 Sólo un tonto deja pasar una oportunidad de negocios.
8 La letra pequeña conduce a grandes riesgos.
9 Oportunidad más instinto igual a ganancia.
10 La codicia es eterna.
11 Aun cuando sea gratis, siempre puedes comprarlo más barato.
12 Cualquier cosa que valga la pena hacer vale la pena hacerla dos veces.
13 Cualquier cosa que valga la pena hacer vale la pena hacerla por dinero.
14 Mantén a tu familia cerca, mantén a tu Latinum más cerca.
16 Un trato es un trato. (Hasta que uno mejor se presente).

17 Un contrato es un contrato es un contrato - pero sólo entre Ferengis.
18 Un Ferengi sin ganancias no es en verdad un Ferengi.
19 La satisfacción no está garantizada.
20 Dale dinero sólo a la gente de la cual sepas que puedes robar.
21 Nunca antepongas la amistad a las ganancias.
22 Un hombre sabio puede escuchar las ganancias en el viento.
24 El Latinium (oro) no puede comprar la felicidad, pero sí que te puedes divertir alquilándola.
25 Siempre hay una salida.
26 Cuando los clientes se van, lo mismo hace el especulador sabio.
27 No hay nada más peligroso que un hombre de negocios honesto
28 Susurra tu camino hacia el éxito.
29 ¿Qué hay para mí?
31 Nunca te burles de la madre de un Ferengi. (Insulta algo que sí le importe, en cambio).
33 Nunca hace daño adular al patrón.
34 La guerra es buena para los negocios.
35 La paz es buena para los negocios.
37 Si es gratis, tómalo y preocúpate por los costos ocultos más tarde.
39 La amistad es temporal; las ganancias son eternas.
40 Ella podrá tocar tus lóbulos, pero nunca tu Latinium (oro).
41 Las ganancias son su propia recompensa.
42 Lo que es mío es mío, y lo que es tuyo es mío también.
44 Nunca confundas sabiduría con suerte.
45 La ambición no reconoce a la familia.
46 Haz tu tienda fácil de encontrar.
47 No confíes en un hombre que lleve un traje mejor que el tuyo.
48 Mientras mayor la sonrisa, más afilado el cuchillo.
49 Todo vale algo para alguien.
50 La gratitud puede traer consigo la generosidad.
51 Recompensa a cualquiera que contribuya a tus ganancias para que continúe haciéndolo.
52 Nunca preguntes cuando puedas tomarlo.
57 Los buenos clientes son tan raros como el Latinium, atesóralos.
58 No hay sustituto para el éxito.
59 Los consejos gratuitos rara vez son baratos.
60 Vamos a pelear tú y él.
60 Mantén tus mentiras consistentes.
62 Mientras más arriesgado el camino, mayores las ganancias.
65 Ganes o pierdas, siempre habrá rapé de escarabajo Huyperiano.
68 Sobar orejas te conseguirá cualquier cosa.

69 Los Ferengis no son responsables por la estupidez de otras razas.
72 Nunca confíes en tus clientes.
73 Si te da ganancias, vende a tu propia madre.
74 Conocimiento es igual a ganancias.
75 El hogar es donde está tu corazón, pero las estrellas están hechas de Latinium.
76 De cuando en cuando, declara la paz. "Eso confunde a tus enemigos como el demonio.
77 Es mejor tragarte tu orgullo que perder tus ganancias.
78 Cuando las cosas se ponen duras, los duros cambian las Reglas.
79 Cuidado con la ambición Vulcana por conocimientos.
82 Mientras más fulero el producto, mayor el precio.
84 Un amigo no es un amigo si pide un descuento.
85 Nunca dejes que la competencia sepa qué estás pensando.
87 Un amigo en necesidad significa el triple de ganancias.
89 No preguntes qué pueden hacer tus ganancias por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tus ganancias.
92 Hay muchos caminos hacia las ganancias.
93 ¡Actúa sin demora! El cuchillo afilado corta rápido.
94 Las hembras y las finanzas no combinan.
95 Expándete o muere.
96 Para toda Regla, hay una Regla igual y opuesta, (excepto cuando no la hay).
97 Suficiente...nunca es suficiente.
98 Todo hombre tiene su precio.
99 La confianza es el mayor riesgo de todos.
100 Si toman tu primera oferta, o bien pediste muy poco u ofreciste demasiado.
101 El único valor de un coleccionable es lo que puedes conseguir que alguien más pague por él.
102 La Naturaleza decae, pero el Latinium dura para siempre
103 El sueño puede interferir con... tus oprtunidades de enriquecerte
104 La fe mueve montañas... (de inventarios).
105 No confíes en nadie que confíe en ti.
106 No hay honor en la pobreza.
107 Una garantía sólo es válida si pueden encontrarte.
109 La dignidad más un saco vacío valen lo que el saco.
111 Trata a tus deudores como a familiares, explótalos [despiadadamente].
112 Nunca tengas relaciones sexuales con la hermana del patrón.
113 Siempre ten relaciones sexuales con el patrón.
115 Una garantía sólo es válida si pueden encontrarte.
116 Siempre hay una trampa.
117 Todo está a la venta, incluyendo la amistad.
119 Nunca juzgues a un cliente por el tamaño de su billetera, (...a veces, las cosas buenas vienen en paquetes pequeños).
121 Cuando tengas una buena racha, desconfía.
123 Incluso un ciego puede reconocer el brillo del Latinum.
125 No puedes hacer un trato si estás muerto.
126 Cuéntalo.
127 Mantente neutral en los conflictos para que puedas vender suministros a ambos lados.
135 Nunca confíes en un beneficiario.
139 Las esposas sirven, los hermanos heredan
141 Sólo los tontos pagan al menudeo.
142 No existe tal ventaja injusta.
143 El riesgo es parte del juego... juégalo por todo lo que vale.
144 No hay nada de malo en la caridad...siempre y cuando vaya a parar a tu bolsillo.
146 Necesidad, sust. Madre de la invención. La Ganancia es el padre.
152 Una mentira es una forma de decirle la verdad a alquien que no la conoce.
153 Vende el aroma, no el filete.
162 Aun en el peor de los tiempos, alguien obtiene ganancias.
168 Susurra tu camino hacia el éxito.
169 La competencia y el juego limpio son mutuamente excluyentes.
171 La sangre es más espesa que el agua, y el Latinum es más espeso que ambas.
172 Las ocasiones no son lo que solían ser.
177 Conoce a tu enemigo... pero haz negocios con él siempre.
181 Ni siquiera la deshonestidad puede empañar el brillo de las ganancias.

188 Un tonto y su dinero son el mejor cliente.
189 Que otros conserven su reputación. Tú conserva su dinero.
190 Oye todo, no confíes en nada. Nog Call to Arms
191 Un Ferengi espera para ofertar hasta que sus oponentes se hayan agotado.
192 Nunca engañes a un enemigo... a menos que estés seguro de poder salirte con la tuya.
194 Siempre es buen negocio saber acerca de nuevos clientes antes de que entren por tu puerta.
200 Si vas a tener que aguantar, ponte cómodo.
202 La justificación de las ganancias son las gananciass.
203 Los nuevos clientes son como gusanos de dientes de navaja... Pueden ser suculentos, ¡pero a veces te devuelven el mordisco!
204 Se necesita a un Ferengi para engañar a un Ferengi.
208 A veces la única cosa más peligrosa que una pregunta es una respuesta.
211 Los empleados son los peldaños en la escalera hacia el éxito... no dudes en pisar sobre ellos.
214 Nunca empieces una negociación comercial con un estómago vacío.
216 Nunca apuestes con un telépata.
217 No se puede liberar a un pez del agua.
218 A veces lo que obtienes gratis cuesta demasiado.
218 Siempre conoce lo que estés comprando.
219 La posesión es 11/10 de la ley.
223 Cuidado con el hombre que no se da tiempo para el oo-mox.
229 El Latinium dura más que la lujuria.
231 Nace un tonto cada minuto; asegúrate de ser el primero en encontrar a cada uno de ellos.
236 No se puede comprar al destino.
239 Nunca temas etiquetar un producto falsamente.
241 Nunca confíes en un empleado que trabaje duro.
242 Más es bueno... todo es mejor.
253 El sintehol es el lubricante recomendado para el monedero atascado de un cliente.
255 Una esposa es un lujo... un contador astuto, una necesidad.
256 Los contadores no juegan el partido; sólo llevan el tanteo.
260 La vida no es justa. ¿De qué otro modo conseguirías ganancias?
261 Un hombre rico puede permitirse cualquier cosa excepto una conciencia.
262 Un contrato verbal no vale ni lo que el papel en que está escrito.
263 Nunca permitas que la duda empañe tu lujuria por el Latinium.
265 El cliente siempre tiene la razón, (...hasta que tengas su efectivo).
266 Cuando dudes, miente.
267 Si tú lo crees, ellos lo creen.
270 En tratos de negocios, un disruptor puede ser casi tan importante como una calculadora.
277 Cualquier cosa por la que valga la pena luchar vale la pena ocultarse de ella.
284 Muy en el fondo, todo el mundo es un Ferengi.
285 Ninguna buena acción queda sin castigo.
286 Cuando Morn se va, todo ha terminado.
299 Cuando explotes a alguien, nunca hace daño agradecerle. De esa forma, es más fácil explotarlo la siguiente vez.

Un trueno recorrió la Universidad Invisible de Magia. La lluvia repiqueteaba contra sus tejados y goteaba desde sus gárgolas, aunque las más avispadas habían buscado refugio entre el laberinto de tejas. Mucho más abajo, en la Sala Principal, los ocho magos más poderosos del Mundodisco se habían agrupado en los ángulos del octograma ceremonial. En honor a la verdad hay que decir que quizá no fueran los más poderosos, pero desde luego tenían grandes habilidades de supervivencia. Y eso, en el Competitivo mundo de la magia del Mundodisco, venía a ser lo mismo. Detrás de cada mago de octavo nivel había media docena de magos del séptimo intentando ponerle la zancadilla, y los hechiceros mayores tenían que desarrollar una actitud inquisitiva para con posibles escorpiones en la cama, por ejemplo. Todo esto se resumía en un antiguo proverbio: cuando un mago se ha cansado de buscar fragmentos de cristal en su plato, es que se ha cansado de vivir.
El mago más viejo, Grishald Spold, de los Antiguos y Originales Sabios del Círculo Integro, se inclinó cansinamente sobre su cayado y así habló:
— Empieza ya, Ceravieja, los pies me están matando.
Galder; que había hecho una pausa meramente efectista, le miró.
— Muy bien, seré breve...
— Habrá que verlo.
— Todos hemos buscado guía con respecto a las circunstancias que nos atañen. ¿Puede alguno de vosotros decir que la ha recibido?
Los magos se miraron por el rabillo del ojo. Aparte de en una fraternal reunión de sindicalistas, no hay un ambiente más cargado de desconfianza y sospechas que el de una conferencia de hechiceros de alto nivel. Pero el hecho simple y sencillo era que el día había ido de pena. Demonios por lo general informadores, invocados repentinamente de lo más profundo del Inframundo, habían dado largas durante los interrogatorios. Los espejos mágicos se habían hecho añicos. Las cartas del tarot se habían quedado en blanco misteriosamente. Las bolas de cristal se habían llenado de nubes. Hasta los posos de té, despreciados generalmente por los magos, considerados algo frívolo e indigno de atención, se habían acumulado en el fondo de las tazas, negándose a moverse.
En resumen, los magos allí reunidos estaban despistadísimos. Se oyó un murmullo generalizado de asentimiento.
— Por tanto, propongo que celebremos el Rito de CuesthiEnte, dijo Galder con voz teatral.
Tuvo que admitir que había esperado una respuesta más apropiada, algo así como «¡No, el Rito de CuesthiEnte, no! ¡El hombre no debe jugar con esas cosas!»
Lo que se oyó fueron susurros de aprobación.
— Buena idea.
— Parece razonable.
— Manos a la obra.
Un poco decepcionado, llamó a una procesión de magos menores, que llevaron a la sala diversos artilugios mágicos. Ya se ha mencionado que por esta época había algunos desacuerdos en la fraternidad de magos sobre cómo practicar la magia.
Sobre todo los magos jóvenes opinaban que ya era hora de que la magia empezara a poner al día su imagen. Que debían dejarse de tantos trozos de cera y hueso, y organizar todo con más propiedad, con programas de investigación y convenciones de tres días en buenos hoteles donde se podrían dar conferencias con títulos como «Nuevas aplicaciones de la geomancia» o «El papel de las botas de siete leguas en una sociedad concienciada».
Trymon, por poner un ejemplo, apenas ejercía ya la magia, pero dirigía la Orden con la precisión de un reloj de arena, escribía muchos comunicados internos y tenía en la pared de su despacho un gran diagrama lleno de chinchetas de colores, banderitas y rayas que nadie entendía, pero que resultaban muy impresionantes.
En cambio, la otra clase de magos pensaban que todo aquello no eran más que florituras, y ni siquiera miraban una imagen a menos que estuviera hecha de cera y tuviera alfileres clavados.
Los dirigentes de las ocho órdenes eran todos de este tipo, magos tradicionalistas, y los utensilios que fueron distribuidos en torno al octograma tenían un aspecto decididamente esotérico. Cuernos de carnero, varitas de todo tipo, cráneos, barrocos objetos metálicos y pesadas velas aparecieron por todas partes, pese a que los magos jóvenes habían descubierto que el Rito de CuesthiEnte se podía llevar a cabo perfectamente con tres trocitos de madera y cuatro centímetros cúbicos de sangre de ratón.
Normalmente los preparativos habrían durado varias horas, pero los poderes combinados de los magos superiores los abreviaron de manera considerable y, tras sólo cuarenta minutos, Galder entonó las últimas palabras del hechizo. Quedaron suspendidas ante él un instante antes de disolverse.
En el centro del octograma, el aire se estremeció y se espesó, y de pronto contuvo una figura alta y sombría. Estaba cubierta en su mayor parte por una túnica negra y una capucha, y probablemente era de agradecer. Sostenía una larga guadaña en una mano, y no había manera de pasar por alto el hecho de que, donde debía haber dedos, sólo se veían huesos.
La otra mano esquelética sostenía unos daditos de queso y un trozo de piña pinchado en un palillo.
— ¿Y bien? -inquirió la Muerte con una voz que tenía la calidez y el colorido de un iceberg.
Advirtió las miradas de los magos y bajó la vista hacia el palillo.
— Estaba en una fiesta, añadió con un matiz de reproche.
— Oh, Criatura de la Tierra y la Oscuridad, os exhortamos a abjurar de... empezó Galder con voz firme, imperiosa.
La Muerte asintió.
— Sí, sí, ya me sé todo eso, dijo-. ¿Por qué me habéis llamado?
— Se dice que puedes ver tanto el pasado como el futuro, replicó Galder un poco molesto, porque el gran discurso de conjuro y dominación le gustaba mucho y la gente decía que se le daba muy bien.
— Muy cierto.
— Entonces quizá puedas decirnos qué está pasando exactamente y quiénes son los respnsables de los robos, dijo Galder.
Recuperó el control y añadió en voz más alta: Os lo ordeno por Azimrothe, por T'chikel, por...
— Vale, vale, ya has dejado bien claro lo que quieres, respondió la Muerte. ¿Qué queréis saber con exactitud? Esta mañana pasaron muchas cosas. Nacieron personas, murieron personas, todos los árboles crecieron un poco, las olas dibujaron interesantes pautas en el mar... la verdad es que he estado muy ocupado.
— Me refiero al asunto de los robos, dijo Galder con frialdad.
— ¿Ah, eso? Oh, no es más que una burda maniobra comercial Ferengi. Tengo entendido que el conjunto de reglas de adquisición es a veces un poco permisivo en cuanto al mercado negro. Al parecer; se da el caso de una compra-venta de material robado, algo bastante común en la sociedad Ferengi.
— Un momento, un momento, interrumpió Galder. Se rascó la barbilla-. ¿Estamos hablando de que se ha corrompido la sociedad mercantil Ferengi ? ¿Es eso ?
— Exacto, este sistema mercantil es corrosivo, pero funciona a la perfección, y lo mejor de todo es que normalemnet todo el mundo gana algo acambio de otra cosa, por lo que nadie suele protestar, ese mismo sistema mercantil.
Galder frunció el ceño. Alguien dentro de la sociedad Ferengi se estaba tomando demasiadas molestias para que esto hubiese salido a la luz precisamente ahora. Todo el mundo sabía que los ferengi no suelen ser muy dados a exponer sus trapos sucios a la luz.
— ¿Sabes por qué? -dijo sin pensar. Entonces se acordó y añadió rápidamente-: Por Yrriph y Kcharla, os exhortamos a...
— Podrías cortar el rollo, ¿no? -dijo la Muerte-. Yo sólo sé que todo forma parte de una conspiración orquestada por un miembro Ferengi muy importante para asaltar el Ministerio de Magia, pero no sé quién exactamente.
— ¡Eh, ahí delante, hablad más alto! pidió Grishald Spold.
— ¡Cállate! ordenó el Archicanciller Mustrum Ridcully.
— ¿Yo? Dijo Galder
— No, él. Viejo sordo...
— ¡Te he oído! -se enfureció Spold-. Vosotros, los jóvenes...
Se detuvo, porque la Muerte le miraba con aire muy pensativo, como tratando de memorizar su rostro.
— Oye dijo Galder, ¿te importa repetir eso último? ¿El Ministerio será qué?
— Asaltado, repitió la Muerte. ¿Puedo irme ya? Me he dejado la copa.
— ¡Espera! -se apresuró Galder. Por Cheliliki y Orizone y todo eso, ¿qué quiere decir «asaltado»?
— Es una antigua profecía escrita en los muros interiores de la gran pirámide de Camis-Het. Y me parece que lo de que «asaltarán el Ministerio» está bastante claro. Aunque una cosa es clara, un salvador de otro Mundo ha sido enviado. Se dirige en este momento hacia aquí para entrevistarse con el Archicanciller. Su nombre es..
-- John Divney, dijo el archicanciller Ridcully interrumpiendo. Tengo preparada una entrevista con él dentro de una hora. Así que ese joven es el que nos librará de esto….
— ¿Eso es todo lo que puedes decirnos?
— Sí.
— ¡Pero si sólo quedan dos semanas para la Noche de la Vigilia de los Puercos!
— Sí
La Muerte se encogió de hombros. Era un gesto para el que estaba particularmente bien dotada.
— Oh.
— ¿Puedo irme ya?
Galder asintió con gesto distraído. Había estado pensando en el ritual de despedida, que empezaba «Partid, sombra malvada», y contaba con algunos párrafos bastante impresionantes que tenía bien ensayados. Pero, por alguna razón, no conseguía reunir suficiente entusiasmo.
— Oh, sí -dijo-. Sí, gracias. Luego, como no es conveniente tener enemigos ni entre las criaturas de la noche, añadió con educación-: Espero que sea una fiesta divertida.
La Muerte no respondió. Estaba mirando a Spold igual que un perro mira un hueso, aunque en este caso las cosas eran más bien al revés.
— He dicho que espero que sea una fiesta divertida, repitió Galder un poco más alto.
— Por el momento, sí, dijo la Muerte llanamente. Aunque supongo que a medianoche la cosa decaerá.
— ¿Por qué?
— Es cuando creen que me quitaré la máscara.
Desapareció, dejando atrás sólo un palillo de cóctel y un trozo de serpentina.
Toda esta escena había tenido un espectador oculto. Iba contra las normas, por supuesto, pero Trymon lo sabía todo sobre las normas y siempre había considerado que estaban para dictarlas, no para cumplirlas.
Mucho antes de que los ocho magos se pusieran a discutir en serio sobre lo que había querido decir la aparición, él estaba en los pisos principales de la biblioteca de la universidad. Era un lugar asombroso. Muchos de los libros eran mágicos, y lo que nunca se debe olvidar sobre los grimorium es que son mortíferos en manos de un bibliotecario ordenado, porque se sentirá impelido a colocarlos todos en el mismo estante. No es buena idea, tratándose de unos libros con tendencia a tener escapes de magia, porque si hay dos juntos forman una Masa Negra crítica. Además, muchos hechizos menores son bastante picajosos en lo que a la compañía se refiere, y suelen expresar sus objeciones lanzando los libros donde se encuentran de un lado a otro de la habitación.
Y, por supuesto, también está la presencia apenas intuida de las Cosas de las Dimensiones Mazmorra, siempre buscando cualquier escape de magia, siempre sondeando los muros de la realidad. El trabajo de bibliotecario mágico, quien tiene que pasarse los días en esta clase de ambiente sobrecargado, es un empleo de alto riesgo. El bibliotecario jefe, que estaba sentado sobre su escritorio pelando una naranja con tranquilidad, era muy consciente de eso.
Alzó la vista cuando entró Trymon.
— Busco cualquier cosa que tengamos sobre la Pirámide de Camis-Het, dijo Trymon.
Iba preparado: se sacó un plátano del bolsillo.
El bibliotecario lo miró con tristeza y saltó al suelo. Trymon encontró una mano suave en la suya, y el hombre le guió entre las estanterías. Era como sostener un guantecito de piel. A su alrededor; los libros se estremecían y chisporroteaban con ocasionales descargas de rayos mágicos dirigidas contra los parahechizos cuidadosamente clavados a las estanterías. Había un olor tenue, azulado, y en el mismísimo umbral auditivo se sentía el horrible chisporroteo de las criaturas de las mazmorras. Al igual que otras muchas partes de la Universidad Invisible, la biblioteca ocupaba mucho más espacio del que daban a entender sus dimensiones exteriores, porque la magia distorsiona el espacio de una manera muy extraña. Debía de ser la única biblioteca del universo con estantes Moebius. Pero el catálogo mental del bibliotecario funcionaba de maravilla. Se detuvo junto a una imponente torre de libros polvorientos y saltó. Se oyó el ruido de papeles que crujían y una nube de polvo descendió hacia Trymon. El bibliotecario volvió con un delgado volumen en las manos.
— Oook, dijo.
Trymon lo cogió rápidamente.
La cubierta estaba manoseada y con las puntas dobladas, el oro de las inscripciones había desaparecido hacía tiempo, pero consiguió leer; en la lengua mágica del Valle Camis-Het, las palabras: Hystorya dely Gran Templyo de Camys-Heyt. Leyyenda y Realidad.
— ¿Oook? inquirió el bibliotecario con ansiedad.
Trymon pasó las páginas cuidadosamente. No se le daban muy bien los idiomas, siempre los había considerado cosas muy poco eficaces que deberían ser reemplazadas por algún tipo de código numérico fácilmente comprensible, pero aquello parecía ser exactamente lo que estaba buscando. Tenía páginas enteras llenas de jeroglíficos preñados de significado.
— ¿Es el único libro que tienes sobre la pirámide de Camis-Het? preguntó con lentitud.
— Oook.
— ¿Estás seguro?
— Oook.
Trymon prestó atención. A lo lejos se oía el ruido de pisadas aproximándose y voces discutiendo. Pero también estaba preparado para eso.
Se metió la mano en el bolsillo.
— ¿Quieres otro plátano? preguntó.
El Archicanciller se dirigió a su despacho. Rincewind le anunció que John Divney, el joven mago que venía a salvarlos le estaba esperando allí.

हर्री पोट्टर य एल लिब्रो देल तिएम्पो पेर्दिदो कैप २८ cont

Voldemort agitó su varita, susurró algo en voz baja y unos rayos redondos negros slieron en dirección a Harry, quien, rodando por el suelo, consiguió evitar que lo alcanzasen. Una vitrina de acero en la cual había unos tomos muy grandes quedó hecha añicos y allí donde estaba, se abrió un boquete muy grande en el suelo.
-- ¡ Expeliarmus ! gritó Harry
Voldemort y su varita salieron desdedidos varios metros, lo que le dio a Harry unos metros de ventaja para tratar de huir. Pero Voldemort aún se reservaba más ases en la manga. La condesa lanzaba unas bolas azules de energía contra el malvado brujo, quien las repelía muy fácilmente y no mostraba interés más que en él. A un gesto suyo con la varita, el suelo se llenó de enormes piedras llameantes y la sala empezó a rotar hacia la derecha, lo cual lanzó a Harry contra la estatua en la cual se encontraba el aletiómetro, que, por fortuna, no se rompió. Sin embargo, Harry quedó inconsciente del golpe recibido lo cual aprovechó Voldemort para acercarse lentamente a él, con expresión victoriosa. Se encontraba ya a escasos metros cuando empezó a pronunciar la letal maldición asesina:
-- Esto es lo que les pasa a los que me desafían… ¡ avada keda..
-- ¡ Yalus mextus ! de la varita de la condesa salió un enorme rayo rojizo que impactó con el pivote central de la sala, lo cual hizo que todo el edificio empezase a venirse abajo. Un pedazo del techo cayó entre Voldemort y Harry, y recibió la maldición asesina de Voldemort, saltando por los aires, lo cual generó un enorme estruendo que despertó a Harry, que viendo la situación corrió hacia la salida, seguido por la condesa y una vez fuera se desaparecieron rápidamente. Voldemort quedó aislado, maldiciendo su, según él, mala suerte.
Cuando por fin pudo hacerse un hueco y salir de la sala, evitando las piedras que se desprendían del techo, vio que sus dos combatientes habían desaparecido. El aletiómetro se había perdido sin duda por una buena temporada pues la sala en la que se encontraba se encontraba completamente cubierta de piedras por doquier. Voldemort tuvo que aceptar por ahora su derrota y esperando sin duda vengarse en un futuro que esperaba que fuese muy cercano.
Trabajo 7º Mercadeo en el Mundo-Disco
Cuando Harry se enteró que su siguiente trabajo sería en el Mundodisco, puso mala cara. ¿ Por qué yo ? ¿ No hay otra cosa más urgente por hacer ? y es que, en el lejano Mundo Mágico del Mundodisco, las cosas no son sencillas. Para empezar, la configuración del propio Mundodisco en sí misma, ya era rara.
¿ Y es que… cómo no iba a ser raro un Mundo sostenido por las espaldas de cuatro elefantes encaramados en lo alto de la concha de una tortuga gigante ?. Es lo más disparatado que he oido nunca, era lo primero que pensó cuando escuchó hablar del mismo por primera vez tantos años atrás en la asignatura de Historia de la Magia en Hogwarts. La gente normal ve muy extraño que exista una tortuga de quince mil kilómetros de largo y un elefante de más de tres mil kilómetros de alto, lo cual puede demostrar que el cerebro humano está mal adaptado para pensar, y que probablemente su función original era refrescar la sangre.
Para él, el simple tamaño es algo asombroso. No hay nada de asombroso en el tamaño. Las tortugas son asombrosas, y los elefantes bastante sorprendentes. Pero si se piensa detenidamente, el hecho de que exista una tortuga gigante es bastante menos asombroso que el hecho de que exista una tortuga en cualquier parte. La causa de esta aventura fue una mezcla de varios hechos. Como el deseo de la humanidad de hacer cosas prohibidas por el mero hecho de que estén prohibidas. Y su deseo de encontrar nuevos horizontes y matar a la gente que reside tras ellos. Y los gremios misteriosos. Y el quidditch. Y, sobre todo, el conocimiento de que un día, pronto, todo se acabará.
“Ah. Bueno, la vida continúa”, dice la gente cuando alguien muere. Pero desde el punto de vista de la persona que acaba de morir, eso no es así. Es el universo lo que continúa. Tal como el difunto logra entender, en realidad todo está mezclado, por enfermedad o por accidente o, en su caso, debido al quidditch. Porque esto ha de ser así es una de esas peguntas sin respuesta de la vida, ante las cuales la gente o empieza a rezar... o se pone muy, muy furiosa. El comienzo de la aventura tuvo lugar hace unos diez mil años, en una noche indomable y tormentosa, cuando un joven mago llamado Grendel llegó a un primitivo pueblo del Mundodisco con el firme propósito de crear un gremio de artesanos.
El final de la historia nos lleva a la actualidad, y empezó cuando Harry decidió partir a resolver un misterioso caso de obras de arte robadas en el Mundodisco. Así pues, se adentró en este Mundo hasta llegar a la antigua y moderna ciudad de Ankh-Morpork, donde la gente dice que se puede comprar y vender cualquier cosa (y si no tenían lo que buscabas, lo podían robar para ti). Algunos de ellos incluso lo podían soñar... La criatura que buscaba un edificio en particular ahí abajo era un Gólem y, para los estándares del Mundodisco, no era particularmente raro. Era, eso sí, inútil. Se había pasado toda su vida en una serie de estúpidos viajes entre el Borde y el Eje cargando cajas para su antiguo dueño, y ¿qué razón había para ello? Aparentemente ninguna aparte de la mera servidumbre. Sus ojos se fijaban en aquellos lugares en los que, por razones totalmente más allá de su comprensión, se podían encontrar cables.
El hombre con el que tenía que contactar Harry era Grendel MDLVIII, el actual Jefe del Gremio de artesanos de la ciudad.
Dicen que volar ha sido siempre uno de los mayores sueños de la Humanidad. De hecho es una mera reminiscencia de los antecesores del Hombre, cuyo mayor sueño era descender de los árboles. De cualquier forma, otro de los grandes sueños de la Humanidad ha sido, por ejemplo, ser perseguido por enormes botas con dientes. Y nadie dice que ese tenga sentido.
En este preciso momento, Lord Vetinari, el Patricio y antiguo assassin, de Ankh Morpork se encontraba de pie en el recibidor principal de la Universidad Invisible y estaba impresionado. Los magos, una vez han entendido la urgencia de un problema, almorzado y discutido sobre el puding, pueden realmente trabajar bastante rápido. Su método para encontrar una solución era, por lo que pudo ver el Patricio, el bullicio creativo. Si la pregunta era: “¿Cuál es el mejor hechizo para convertir un libro de poesía en una rana?”, entonces la única cosa que no harían sería mirar en algún libro que tuviera un título del tipo: “Principales Hechizos Amfíbicos en un Medio Literario: una Contraposición”.
Eso sería, de alguna forma, hacer trampa. En vez de eso se pasarán el rato discutiendo el asunto, reunidos alrededor de una pizarra, pasándose la tiza de uno a otro y escribiendo sobre lo que el anterior poseedor de la tiza estaba escribiendo antes de que este hubiera terminado la segunda parte de su frase. De alguna forma, pero, parecía que la cosa funcionaba. Ahora algo
se elevaba en el centro del vestíbulo. Al Patricio, que había sido educado en las artes, le parecía una gran lupa rodeada de basura.
—Técnicamente, mi señor, con un omniscopio se puede mirar en cualquier sitio, dijo el archicanciller Ridcully, que técnicamente era el líder de Toda la Magia Conocida en el Mundodisco.
—¿De verdad? Es admirable.
—En cualquier sitio y en cualquier época, continuó Ridcully, como si él no estuviera impresionado.
—Qué extremadamente útil.
—Sí, todo el mundo lo dice —dijo Ridcully, pateando el suelo con rabia. El problema es que, dado que esa maldita cosa puede mirar en cualquier sitio, es prácticamente imposible conseguir que mire en un sitio. Al menos en un sitio que valga la pena de mirar. Y le sorprendería saber la cantidad de sitios que hay en el universo. Y de tiempos también.
—La una y veinte, por ejemplo, dijo el Patricio.
—Entre otras, de hecho. ¿Le importaría echar una mirada, mi señor?
Lord Vetinari avanzó cuidadosamente y miró con los ojos entornados a través del gran cristal redondeado. Frunció el cejo.
—Sólo puedo ver lo que hay al otro lado, dijo.
—Eso es porque está sintonizado a aquí y ahora, señor, dijo un joven mago que aun estaba ajustando el aparato.
—Oh, ya veo —dijo el Patricio. De hecho, nosotros también tenemos cosas de estas en el palacio. Las llamamos ven—ta—nas.
—Bueno, pero si hago esto —dijo el mago, e hizo algo al borde del cristal, permite ver en el otro sentido.
Lord Vetinari miró su propia cara.
—Y a esto lo llamamos es—pe—jo, dijo, como si se lo explicara a un niño.
—Creo que no, señor, dijo el mago—. Uno tarda un tiempo en darse cuenta de lo que está viendo. Ayuda si te sostienes la mano...
Lord Vetinari le echo una mirada severa, pero probó a hacer un ademán.
—Oh. Qué curioso. ¿Cuál es su nombre, joven?
—Ponder Stibbons, señor. El nuevo Catedrático de Magia Aplicada Inapropiadamente. Verá señor, lo difícil no es construir un omniscopio porque, después de todo, no es más que el desarrollo de la pasada de moda bola de cristal. Lo difícil es conseguir ver lo que quieres. Es como afinar un instrumento de cuerda y si...
—Perdón, ¿has dicho Magia Aplicada qué más?
—Inapropiadamente, señor —dijo Ponder suavemente, como si esperara que podía evitar el problema si lo atravesaba directamente. De cualquier forma... Creo que podemos sintonizar el sitio correcto, señor. El consumo de poder es considerable: quizás tengamos que sacrificar otro jerbo.
Los magos empezaron a reunirse alrededor del aparato.
—¿Puedes ver el futuro? —preguntó Lord Vetinari
—Teóricamente sí, señor, dijo Ponder—. Pero eso seria muy... bueno, muy inapropiado, ya sabe, porque los primeros estudios indican que el hecho de observar puede colapsar la onda del espacio tiempo.
Ni un solo músculo de la cara del Patricio se movió.
—Discúlpame, pero estoy un poco perdido con el personal de la Universidad. ¿Eres tú el que se ha de tomar las pastillas de rana deshidratada?
—No, señor. Ese es el Tesorero, señor, dijo Ponder. Se las ha de tomar porque está loco, señor.
—Ah —dijo Lord Verinari y ahora sí que tenía una expresión en su cara. Era la del hombre que se está conteniendo con todas sus fuerzas para no decir lo que piensa.
—Lo que el señor Stibbons quiere decir, señor, dijo el Archicanciller, es que hay millones y millones de futuros que... eh... tienen una cierta existencia, ¿me sigue? Todos son... las formas posibles que puede adoptar el futuro. Pero parece que el primero que miras se convierte en el futuro. Y podría ser uno que no deseara que le ocurriera eso. Parece que se debe todo al Principio de Incertidumbre.
—¿Que viene a decir que...?
—No estoy seguro. El señor Stibbons es quien conoce este tema.
Un orangután pasó sin prisa, cargando una enorme conjunto de libros debajo de cada brazo. Lord Vetinari miró los tubos que salían del omniscopio y serpenteaban a través de la puerta abierta, por encima del césped hacia... ¿cómo se llamaba? ¿El Edificio de Alta Energía Mágica?
Recordó los viejos tiempos, cuando los magos eran flacos y huesudos y llenos de astucia. No hubieran permitido que existiera algo como un Principio de Incertidumbre ni siquiera por un instante. Si no tenía una completa certidumbre sobre algo, dirían, ¿qué estabas haciendo mal? Aquello de lo que guardabas cierta incertidumbre te podía matar.
El omniscopio brilló y mostró un campo nevado, con montañas negras al fondo. El mago llamado Ponder Stibbons parecía estar muy satisfecho.
—Creí que me había explicado que lo podría encontrar con esa cosa, dijo Vetinari al Archicanciller.
Ponder Stibbons miró hacia arriba.
—¿Tenemos algo que le haya pertenecido? ¿Alguna cosa personal que haya dejado abandonada? —preguntó. Lo podríamos poner en el resonador mórfico, conectarlo al omniscopio y lo localizará con mucha precisión.
—¿Qué le ha ocurrido a todo eso de los círculos mágicos y las velas? preguntó Lord Vetinari.
—Oh, los guardamos para cuando no tenemos prisa, señor, dijo Ponder.
—Cohen el Bárbaro no tiene fama de ir dejando cosas abandonadas, me temo, dijo el Patricio. Cadáveres quizás sí. Todo lo que sabemos es que se dirige a Cori Celesti.
—¿La montaña en el Eje del mundo, señor? ¿Por qué?
—Esperaba que usted me lo dijera, señor Stibbons. Esa es la razón por la cual estoy aquí.
El Bibliotecario pasó de nuevo, con otro conjunto de libros. Otra respuesta típica de las magos, cuando se enfrentaban a situaciones nuevas y únicas, era mirar en sus bibliotecas para ver si ya había ocurrido antes. Esto indicaba, como reflexionó Lord Vetinari, un instinto de supervivencia. Significaba que cuando había peligro tú te pasabas el día sentado en silencio en un edificio de paredes bien gruesas. Miró otra vez el pedazo de papel que sostenía en su mano. ¿Por qué la gente era tan estúpida? Se fijó en una frase: “Dice que el último héroe tiene que devolver lo que el primer héroe robó”.
Y, por supuesto, todo el mundo sabía lo que robó el primer héroe. Los dioses juegan partidas con los destinos de los hombres. Partidas no demasiado complejas, evidentemente, porque los dioses no tienen mucha paciencia. Hacer trampas es un práctica admitida por las reglas. Y los dioses juegan en serio. Perder todos los creyentes es, para un dios, el fin. Pero un creyente que sobrevive al juego gana honor y mayor fe. Aquel que gana el juego con más creyentes, vive. Los creyentes también pueden ser otros dioses, por supuesto. Los dioses creen en la fe. Siempre hay demasiadas partidas en marcha en Dunmanifestin, la residencia de los dioses en Cori Celesti. Desde fuera parecía una gran ciudad. No todos los dioses vivían allí, ya que muchos de ellos estaban unidos a un país en particular o, en el caso de los dioses menores, incluso a un árbol. Pero era una Buena Dirección. Era donde dejabas tu equivalente metafísico a una brillante plaquita de bronce, como esas pequeños y discretos edificios en las zonas más elegantes de las grandes ciudades que aun con eso parecen albergar ciento cincuenta abogados y contables, presumiblemente arrinconados en algún lugar.
La apariencia entrañablemente familiar a una ciudad era debido a que, dado que la gente está influenciada por los dioses, los dioses están influenciados por la gente. La mayoría de las dioses eran antropomórficos. La gente no tiene mucha imaginación en general. Incluso Offler el Dios Cocodrilo, sólo tenía de cocodrilo la cabeza.
Pídele a la gente que imagine un dios animal y te encontrarás básicamente con alguien con una mascara horrorosa. Los hombres han sido siempre mucho mejores en el asunto de inventar demonios, razón por la cual hay muchos más de estos últimos. Por encima del círculo del mundo, los dioses continúan jugando. Algunas veces se olvidan de lo que ocurre si dejas que un peón llegue al final del tablero. Para recapitular, damas y caballeros, dijo, mientras el bullicio se extinguía, de acuerdo con las autoridades de Hunghung, la capital del Imperio Ágata, el Emperador Ghengis Cohen, anteriormente conocido en el mundo como Cohen el Bárbaro, se encuentra en camino hacia la residencia de los dioses con un aparato de considerable poder destructivo y la intención, por lo que parece, de, citando sus propias palabras, “devolver lo que fue robado”. Y, en resumen, nos piden que lo paremos.
—¿Por qué nosotros? dijo el Señor Boggis, Presiente del Gremio de Ladrones. ¡No es nuestro Emperador!
—Creo que el gobierno de Ágata cree que somos capades de hacer cualquier cosa, dijo Lord Vetinari. Tenemos energía, entusiasmo, vigor y una actitud de ‘vamos allá, podemos hacerlo’. Aunque coincido con usted. No nos incumbe. En realidad hay otro asunto más inquietante: Los continuados robos de obras de arte en la ciudad. Señor Boggis, ¿ sabe algo al respecto ?
— Le aseguro que nadie de los adscritos a nuestro gremio es responsable de los mismos, señor.
Lord Vetinari se encogió de hombros.
—Esto es inadmisible, señor Boggis. Le haré a usted responsable de los mismos en tanto no encuentre al verdadero responsable.
—Pero, señor… ¡ no es justo !
—Bueno, debemos de dar ejemplo, dijo Lord Vetinari sonriendo. De momento, vamos a avanzar. ¿Nos puede ayudar la magia, archicanciller?
—Es probable, aunque ahora mismo no me viene nada a la cabeza señor Vetinari.
—¿Por qué no?
—Por la misma razón que no puedes navegar en una barca en medio de un huracán.
Simplemente hay demasiada magia. Sobrecarga cualquier cosa mágica. Una alfombra voladora se destejería en medio del aire.
-- O se convertiría en brócoli, dijo el Decano. O en un librito de poesía.
-- Dejemos de decir chorradas y hablemos con seriedad, señores. Esto es grave. Estableceremos una recompensa de 1500 galeones del erario público a quien descubra a los responsables de los hurtos.
Harry se dispuso a visitar la Universidad Invisible de Magia, ya que el gran Archicanciller era con quien debía reunirse para recibir el encargo oficial de su nuevo trabajo. En un mercadillo de la ciudad compró unos libros del comercio local, para ponerse al tanto de lo que ocurría en la ciudad y de cómo se desarrollaba el que era actualmente el comercio más prospero del Mundodisco, el llevado a cabo por la exitosa sociedad comerciante Ferengi del cual tanto había oido hablar.
“Los Ferengi son una raza de otro Mundo Mágico, nadie sabe cual exactamente, aunque se rumorea que su nombre es Ferenginar, el cual tiene un ambiente muy húmedo, el cual está regido por el gran gobernador supremo, el Grand Nagus. Su cultura y psicología se caracteriza por una obsesión capitalista hacia el comercio y los beneficios. También son populares por su misoginia, de forma que sus mujeres tienen prohibido realizar cualquier tipo de transacción económica, e ir vestidas en público. Como la mayor parte de su cultura, su religión está basada en el capitalismo. Las reglas de Adquisición Ferengi son las 285 leyes primordiales de comercio, para ellos una filosofía de vida, o religión a seguir”.

No se conocen mas que algunas de las reglas Ferengi, tal como las siguientes:
 
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