domingo, 19 de diciembre de 2010

हर्री पोट्टर य एल लिब्रो देल तिएम्पो पेर्दिदो कैप २८ cont

Voldemort agitó su varita, susurró algo en voz baja y unos rayos redondos negros slieron en dirección a Harry, quien, rodando por el suelo, consiguió evitar que lo alcanzasen. Una vitrina de acero en la cual había unos tomos muy grandes quedó hecha añicos y allí donde estaba, se abrió un boquete muy grande en el suelo.
-- ¡ Expeliarmus ! gritó Harry
Voldemort y su varita salieron desdedidos varios metros, lo que le dio a Harry unos metros de ventaja para tratar de huir. Pero Voldemort aún se reservaba más ases en la manga. La condesa lanzaba unas bolas azules de energía contra el malvado brujo, quien las repelía muy fácilmente y no mostraba interés más que en él. A un gesto suyo con la varita, el suelo se llenó de enormes piedras llameantes y la sala empezó a rotar hacia la derecha, lo cual lanzó a Harry contra la estatua en la cual se encontraba el aletiómetro, que, por fortuna, no se rompió. Sin embargo, Harry quedó inconsciente del golpe recibido lo cual aprovechó Voldemort para acercarse lentamente a él, con expresión victoriosa. Se encontraba ya a escasos metros cuando empezó a pronunciar la letal maldición asesina:
-- Esto es lo que les pasa a los que me desafían… ¡ avada keda..
-- ¡ Yalus mextus ! de la varita de la condesa salió un enorme rayo rojizo que impactó con el pivote central de la sala, lo cual hizo que todo el edificio empezase a venirse abajo. Un pedazo del techo cayó entre Voldemort y Harry, y recibió la maldición asesina de Voldemort, saltando por los aires, lo cual generó un enorme estruendo que despertó a Harry, que viendo la situación corrió hacia la salida, seguido por la condesa y una vez fuera se desaparecieron rápidamente. Voldemort quedó aislado, maldiciendo su, según él, mala suerte.
Cuando por fin pudo hacerse un hueco y salir de la sala, evitando las piedras que se desprendían del techo, vio que sus dos combatientes habían desaparecido. El aletiómetro se había perdido sin duda por una buena temporada pues la sala en la que se encontraba se encontraba completamente cubierta de piedras por doquier. Voldemort tuvo que aceptar por ahora su derrota y esperando sin duda vengarse en un futuro que esperaba que fuese muy cercano.
Trabajo 7º Mercadeo en el Mundo-Disco
Cuando Harry se enteró que su siguiente trabajo sería en el Mundodisco, puso mala cara. ¿ Por qué yo ? ¿ No hay otra cosa más urgente por hacer ? y es que, en el lejano Mundo Mágico del Mundodisco, las cosas no son sencillas. Para empezar, la configuración del propio Mundodisco en sí misma, ya era rara.
¿ Y es que… cómo no iba a ser raro un Mundo sostenido por las espaldas de cuatro elefantes encaramados en lo alto de la concha de una tortuga gigante ?. Es lo más disparatado que he oido nunca, era lo primero que pensó cuando escuchó hablar del mismo por primera vez tantos años atrás en la asignatura de Historia de la Magia en Hogwarts. La gente normal ve muy extraño que exista una tortuga de quince mil kilómetros de largo y un elefante de más de tres mil kilómetros de alto, lo cual puede demostrar que el cerebro humano está mal adaptado para pensar, y que probablemente su función original era refrescar la sangre.
Para él, el simple tamaño es algo asombroso. No hay nada de asombroso en el tamaño. Las tortugas son asombrosas, y los elefantes bastante sorprendentes. Pero si se piensa detenidamente, el hecho de que exista una tortuga gigante es bastante menos asombroso que el hecho de que exista una tortuga en cualquier parte. La causa de esta aventura fue una mezcla de varios hechos. Como el deseo de la humanidad de hacer cosas prohibidas por el mero hecho de que estén prohibidas. Y su deseo de encontrar nuevos horizontes y matar a la gente que reside tras ellos. Y los gremios misteriosos. Y el quidditch. Y, sobre todo, el conocimiento de que un día, pronto, todo se acabará.
“Ah. Bueno, la vida continúa”, dice la gente cuando alguien muere. Pero desde el punto de vista de la persona que acaba de morir, eso no es así. Es el universo lo que continúa. Tal como el difunto logra entender, en realidad todo está mezclado, por enfermedad o por accidente o, en su caso, debido al quidditch. Porque esto ha de ser así es una de esas peguntas sin respuesta de la vida, ante las cuales la gente o empieza a rezar... o se pone muy, muy furiosa. El comienzo de la aventura tuvo lugar hace unos diez mil años, en una noche indomable y tormentosa, cuando un joven mago llamado Grendel llegó a un primitivo pueblo del Mundodisco con el firme propósito de crear un gremio de artesanos.
El final de la historia nos lleva a la actualidad, y empezó cuando Harry decidió partir a resolver un misterioso caso de obras de arte robadas en el Mundodisco. Así pues, se adentró en este Mundo hasta llegar a la antigua y moderna ciudad de Ankh-Morpork, donde la gente dice que se puede comprar y vender cualquier cosa (y si no tenían lo que buscabas, lo podían robar para ti). Algunos de ellos incluso lo podían soñar... La criatura que buscaba un edificio en particular ahí abajo era un Gólem y, para los estándares del Mundodisco, no era particularmente raro. Era, eso sí, inútil. Se había pasado toda su vida en una serie de estúpidos viajes entre el Borde y el Eje cargando cajas para su antiguo dueño, y ¿qué razón había para ello? Aparentemente ninguna aparte de la mera servidumbre. Sus ojos se fijaban en aquellos lugares en los que, por razones totalmente más allá de su comprensión, se podían encontrar cables.
El hombre con el que tenía que contactar Harry era Grendel MDLVIII, el actual Jefe del Gremio de artesanos de la ciudad.
Dicen que volar ha sido siempre uno de los mayores sueños de la Humanidad. De hecho es una mera reminiscencia de los antecesores del Hombre, cuyo mayor sueño era descender de los árboles. De cualquier forma, otro de los grandes sueños de la Humanidad ha sido, por ejemplo, ser perseguido por enormes botas con dientes. Y nadie dice que ese tenga sentido.
En este preciso momento, Lord Vetinari, el Patricio y antiguo assassin, de Ankh Morpork se encontraba de pie en el recibidor principal de la Universidad Invisible y estaba impresionado. Los magos, una vez han entendido la urgencia de un problema, almorzado y discutido sobre el puding, pueden realmente trabajar bastante rápido. Su método para encontrar una solución era, por lo que pudo ver el Patricio, el bullicio creativo. Si la pregunta era: “¿Cuál es el mejor hechizo para convertir un libro de poesía en una rana?”, entonces la única cosa que no harían sería mirar en algún libro que tuviera un título del tipo: “Principales Hechizos Amfíbicos en un Medio Literario: una Contraposición”.
Eso sería, de alguna forma, hacer trampa. En vez de eso se pasarán el rato discutiendo el asunto, reunidos alrededor de una pizarra, pasándose la tiza de uno a otro y escribiendo sobre lo que el anterior poseedor de la tiza estaba escribiendo antes de que este hubiera terminado la segunda parte de su frase. De alguna forma, pero, parecía que la cosa funcionaba. Ahora algo
se elevaba en el centro del vestíbulo. Al Patricio, que había sido educado en las artes, le parecía una gran lupa rodeada de basura.
—Técnicamente, mi señor, con un omniscopio se puede mirar en cualquier sitio, dijo el archicanciller Ridcully, que técnicamente era el líder de Toda la Magia Conocida en el Mundodisco.
—¿De verdad? Es admirable.
—En cualquier sitio y en cualquier época, continuó Ridcully, como si él no estuviera impresionado.
—Qué extremadamente útil.
—Sí, todo el mundo lo dice —dijo Ridcully, pateando el suelo con rabia. El problema es que, dado que esa maldita cosa puede mirar en cualquier sitio, es prácticamente imposible conseguir que mire en un sitio. Al menos en un sitio que valga la pena de mirar. Y le sorprendería saber la cantidad de sitios que hay en el universo. Y de tiempos también.
—La una y veinte, por ejemplo, dijo el Patricio.
—Entre otras, de hecho. ¿Le importaría echar una mirada, mi señor?
Lord Vetinari avanzó cuidadosamente y miró con los ojos entornados a través del gran cristal redondeado. Frunció el cejo.
—Sólo puedo ver lo que hay al otro lado, dijo.
—Eso es porque está sintonizado a aquí y ahora, señor, dijo un joven mago que aun estaba ajustando el aparato.
—Oh, ya veo —dijo el Patricio. De hecho, nosotros también tenemos cosas de estas en el palacio. Las llamamos ven—ta—nas.
—Bueno, pero si hago esto —dijo el mago, e hizo algo al borde del cristal, permite ver en el otro sentido.
Lord Vetinari miró su propia cara.
—Y a esto lo llamamos es—pe—jo, dijo, como si se lo explicara a un niño.
—Creo que no, señor, dijo el mago—. Uno tarda un tiempo en darse cuenta de lo que está viendo. Ayuda si te sostienes la mano...
Lord Vetinari le echo una mirada severa, pero probó a hacer un ademán.
—Oh. Qué curioso. ¿Cuál es su nombre, joven?
—Ponder Stibbons, señor. El nuevo Catedrático de Magia Aplicada Inapropiadamente. Verá señor, lo difícil no es construir un omniscopio porque, después de todo, no es más que el desarrollo de la pasada de moda bola de cristal. Lo difícil es conseguir ver lo que quieres. Es como afinar un instrumento de cuerda y si...
—Perdón, ¿has dicho Magia Aplicada qué más?
—Inapropiadamente, señor —dijo Ponder suavemente, como si esperara que podía evitar el problema si lo atravesaba directamente. De cualquier forma... Creo que podemos sintonizar el sitio correcto, señor. El consumo de poder es considerable: quizás tengamos que sacrificar otro jerbo.
Los magos empezaron a reunirse alrededor del aparato.
—¿Puedes ver el futuro? —preguntó Lord Vetinari
—Teóricamente sí, señor, dijo Ponder—. Pero eso seria muy... bueno, muy inapropiado, ya sabe, porque los primeros estudios indican que el hecho de observar puede colapsar la onda del espacio tiempo.
Ni un solo músculo de la cara del Patricio se movió.
—Discúlpame, pero estoy un poco perdido con el personal de la Universidad. ¿Eres tú el que se ha de tomar las pastillas de rana deshidratada?
—No, señor. Ese es el Tesorero, señor, dijo Ponder. Se las ha de tomar porque está loco, señor.
—Ah —dijo Lord Verinari y ahora sí que tenía una expresión en su cara. Era la del hombre que se está conteniendo con todas sus fuerzas para no decir lo que piensa.
—Lo que el señor Stibbons quiere decir, señor, dijo el Archicanciller, es que hay millones y millones de futuros que... eh... tienen una cierta existencia, ¿me sigue? Todos son... las formas posibles que puede adoptar el futuro. Pero parece que el primero que miras se convierte en el futuro. Y podría ser uno que no deseara que le ocurriera eso. Parece que se debe todo al Principio de Incertidumbre.
—¿Que viene a decir que...?
—No estoy seguro. El señor Stibbons es quien conoce este tema.
Un orangután pasó sin prisa, cargando una enorme conjunto de libros debajo de cada brazo. Lord Vetinari miró los tubos que salían del omniscopio y serpenteaban a través de la puerta abierta, por encima del césped hacia... ¿cómo se llamaba? ¿El Edificio de Alta Energía Mágica?
Recordó los viejos tiempos, cuando los magos eran flacos y huesudos y llenos de astucia. No hubieran permitido que existiera algo como un Principio de Incertidumbre ni siquiera por un instante. Si no tenía una completa certidumbre sobre algo, dirían, ¿qué estabas haciendo mal? Aquello de lo que guardabas cierta incertidumbre te podía matar.
El omniscopio brilló y mostró un campo nevado, con montañas negras al fondo. El mago llamado Ponder Stibbons parecía estar muy satisfecho.
—Creí que me había explicado que lo podría encontrar con esa cosa, dijo Vetinari al Archicanciller.
Ponder Stibbons miró hacia arriba.
—¿Tenemos algo que le haya pertenecido? ¿Alguna cosa personal que haya dejado abandonada? —preguntó. Lo podríamos poner en el resonador mórfico, conectarlo al omniscopio y lo localizará con mucha precisión.
—¿Qué le ha ocurrido a todo eso de los círculos mágicos y las velas? preguntó Lord Vetinari.
—Oh, los guardamos para cuando no tenemos prisa, señor, dijo Ponder.
—Cohen el Bárbaro no tiene fama de ir dejando cosas abandonadas, me temo, dijo el Patricio. Cadáveres quizás sí. Todo lo que sabemos es que se dirige a Cori Celesti.
—¿La montaña en el Eje del mundo, señor? ¿Por qué?
—Esperaba que usted me lo dijera, señor Stibbons. Esa es la razón por la cual estoy aquí.
El Bibliotecario pasó de nuevo, con otro conjunto de libros. Otra respuesta típica de las magos, cuando se enfrentaban a situaciones nuevas y únicas, era mirar en sus bibliotecas para ver si ya había ocurrido antes. Esto indicaba, como reflexionó Lord Vetinari, un instinto de supervivencia. Significaba que cuando había peligro tú te pasabas el día sentado en silencio en un edificio de paredes bien gruesas. Miró otra vez el pedazo de papel que sostenía en su mano. ¿Por qué la gente era tan estúpida? Se fijó en una frase: “Dice que el último héroe tiene que devolver lo que el primer héroe robó”.
Y, por supuesto, todo el mundo sabía lo que robó el primer héroe. Los dioses juegan partidas con los destinos de los hombres. Partidas no demasiado complejas, evidentemente, porque los dioses no tienen mucha paciencia. Hacer trampas es un práctica admitida por las reglas. Y los dioses juegan en serio. Perder todos los creyentes es, para un dios, el fin. Pero un creyente que sobrevive al juego gana honor y mayor fe. Aquel que gana el juego con más creyentes, vive. Los creyentes también pueden ser otros dioses, por supuesto. Los dioses creen en la fe. Siempre hay demasiadas partidas en marcha en Dunmanifestin, la residencia de los dioses en Cori Celesti. Desde fuera parecía una gran ciudad. No todos los dioses vivían allí, ya que muchos de ellos estaban unidos a un país en particular o, en el caso de los dioses menores, incluso a un árbol. Pero era una Buena Dirección. Era donde dejabas tu equivalente metafísico a una brillante plaquita de bronce, como esas pequeños y discretos edificios en las zonas más elegantes de las grandes ciudades que aun con eso parecen albergar ciento cincuenta abogados y contables, presumiblemente arrinconados en algún lugar.
La apariencia entrañablemente familiar a una ciudad era debido a que, dado que la gente está influenciada por los dioses, los dioses están influenciados por la gente. La mayoría de las dioses eran antropomórficos. La gente no tiene mucha imaginación en general. Incluso Offler el Dios Cocodrilo, sólo tenía de cocodrilo la cabeza.
Pídele a la gente que imagine un dios animal y te encontrarás básicamente con alguien con una mascara horrorosa. Los hombres han sido siempre mucho mejores en el asunto de inventar demonios, razón por la cual hay muchos más de estos últimos. Por encima del círculo del mundo, los dioses continúan jugando. Algunas veces se olvidan de lo que ocurre si dejas que un peón llegue al final del tablero. Para recapitular, damas y caballeros, dijo, mientras el bullicio se extinguía, de acuerdo con las autoridades de Hunghung, la capital del Imperio Ágata, el Emperador Ghengis Cohen, anteriormente conocido en el mundo como Cohen el Bárbaro, se encuentra en camino hacia la residencia de los dioses con un aparato de considerable poder destructivo y la intención, por lo que parece, de, citando sus propias palabras, “devolver lo que fue robado”. Y, en resumen, nos piden que lo paremos.
—¿Por qué nosotros? dijo el Señor Boggis, Presiente del Gremio de Ladrones. ¡No es nuestro Emperador!
—Creo que el gobierno de Ágata cree que somos capades de hacer cualquier cosa, dijo Lord Vetinari. Tenemos energía, entusiasmo, vigor y una actitud de ‘vamos allá, podemos hacerlo’. Aunque coincido con usted. No nos incumbe. En realidad hay otro asunto más inquietante: Los continuados robos de obras de arte en la ciudad. Señor Boggis, ¿ sabe algo al respecto ?
— Le aseguro que nadie de los adscritos a nuestro gremio es responsable de los mismos, señor.
Lord Vetinari se encogió de hombros.
—Esto es inadmisible, señor Boggis. Le haré a usted responsable de los mismos en tanto no encuentre al verdadero responsable.
—Pero, señor… ¡ no es justo !
—Bueno, debemos de dar ejemplo, dijo Lord Vetinari sonriendo. De momento, vamos a avanzar. ¿Nos puede ayudar la magia, archicanciller?
—Es probable, aunque ahora mismo no me viene nada a la cabeza señor Vetinari.
—¿Por qué no?
—Por la misma razón que no puedes navegar en una barca en medio de un huracán.
Simplemente hay demasiada magia. Sobrecarga cualquier cosa mágica. Una alfombra voladora se destejería en medio del aire.
-- O se convertiría en brócoli, dijo el Decano. O en un librito de poesía.
-- Dejemos de decir chorradas y hablemos con seriedad, señores. Esto es grave. Estableceremos una recompensa de 1500 galeones del erario público a quien descubra a los responsables de los hurtos.
Harry se dispuso a visitar la Universidad Invisible de Magia, ya que el gran Archicanciller era con quien debía reunirse para recibir el encargo oficial de su nuevo trabajo. En un mercadillo de la ciudad compró unos libros del comercio local, para ponerse al tanto de lo que ocurría en la ciudad y de cómo se desarrollaba el que era actualmente el comercio más prospero del Mundodisco, el llevado a cabo por la exitosa sociedad comerciante Ferengi del cual tanto había oido hablar.
“Los Ferengi son una raza de otro Mundo Mágico, nadie sabe cual exactamente, aunque se rumorea que su nombre es Ferenginar, el cual tiene un ambiente muy húmedo, el cual está regido por el gran gobernador supremo, el Grand Nagus. Su cultura y psicología se caracteriza por una obsesión capitalista hacia el comercio y los beneficios. También son populares por su misoginia, de forma que sus mujeres tienen prohibido realizar cualquier tipo de transacción económica, e ir vestidas en público. Como la mayor parte de su cultura, su religión está basada en el capitalismo. Las reglas de Adquisición Ferengi son las 285 leyes primordiales de comercio, para ellos una filosofía de vida, o religión a seguir”.

No se conocen mas que algunas de las reglas Ferengi, tal como las siguientes:

No hay comentarios:

 
http://www.meebo.com/rooms